viernes, noviembre 24, 2006

tortugas en lata


No podría decir hacía donde ha sido la excursión de hoy. Había tortugas al final de un viaje que no empezaba nunca, pues esperabamos inutilmente a pleno sol y mientras pasaban uno tras otro, autobuses que no eran el indicado en la guia, hasta que se hizo el consenso para tomar un taxí hasta la estación de autobuses que te saca de la ciudad. Hora y media en una cafetera sin aire acondicionado pero en la que al menos pude situarme junto a la ventana, para adentrate en una especie de disneyworld de las tortugas que financia no se quien. Alli, tras atravesar una especie de poblado del oeste para bahianos ricos y turistas como nosotros, hemos recalado en un recinto en el que se banhan las tortuguitas grandes y las pequenhas. Para las grandes su jaula era demasiado pequenha y daban vueltas y mas vueltas aleteando para salir. Otras, sin embargo, permanecian en el suelo como los coocun de la peli, que igual recordareis. Todo ha sido un sinsentido, aunque en la ida y en la vuelta, he podido hacer alguna foto -mi misión en la vida, como sabeis- y me he muerto de la risa cuando la tartana que nos devolvía hasta Salvador de Bahia, inmediatamente despues de cruzar de nuevo el poblado del oeste del mejor marketing turistico, se rellenaba hasta decir basta tomando nuevos viajeros. Una nueva version del camartote de los hermanos Marx rodante por una autopista brasilenha. Desde el fondo veia como iban hirviendo los humos de mis companheras de viaje mientras les ponian ninhos encima de las rodillas y debian compactar sus traseros al ritmo de cada parada, en la que un propio se bajaba y reclamaba nuevos clientes para ir a la ciudad. Pensé en que de vivir, Max Aub, anhadía uno nuevo a su serie de los Crímenes ejemplares: "le maté por que se atrevió a subir a un viajero más".
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