sábado, febrero 23, 2008

los dueños del monte







Un corzo me atisba entre los árboles. La hembra también me ha visto. Desde la espesura del bosque me vigilan. Juntos corren dando grandes saltos entre la retama, las jaras y los pinos. El suelo está blando porque ha llovido y mis pisadas no se escuchan, pero ellos, a unos cien metros monte arriba, ya me han descubierto con el arma de mi olympus haciendo blanco. Ha sido la sorpresa más estimulante que podría deparar el día.
Y yo pienso en este paraje de privilegio a cincuenta kilómetros mas o menos de las torres gigantes de la ciudad. Y pienso en nuestra codicia que les cerca cada vez más.